Transfiguración del Señor. Fiesta. La revelación de la Gloria de Dios.

San Martin, Martes, 6 de Agosto de 2019 | 08:35

La Fiesta de la Transfiguración del Señor, es un evento reportado en el Nuevo Testamento cuando Jesús se transfigura delante de sus discípulos y se vuelve radiante en gloria divina sobre el Monte Tabor en Galilea. Después de revelar a sus discípulos que Él sería condenado a muerte en Jerusalén, Cristo, junto con Pedro, Santiago y Juan, subieron la montaña. De este hecho, San Mateo escribe, "fue transfigurado delante de ellos... Y su rostro brilló como el sol, y sus vestidos se pusieron blancos como la nieve". En la montaña, Jesús comienza a brillar con brillantes rayos de luz. Entonces los profetas Moisés y Elías aparecen junto a él y él habla con ellos. Jesús es entonces llamado "Hijo" por una voz en el cielo, asumida como Dios Padre, como en el Bautismo de Jesús.

Fiesta: 06 de agosto

Martirologio romano: Fiesta de la Transfiguración de Señor. Cristo Jesús, el Unigénito amado del Eterno Padre, manifestó su gloria ante sus santos apóstoles Pedro, Santiago y Juan con el testimonio de la Ley y los Profetas, y así quiso mostrar su majestuosidad, dando a conocer la imagen de Dios, conforme a la cual fue creado el hombre, que, corrompida en Adán, fue renovada por Cristo.

La Transfiguración del Señor.

La fiesta de la Transfiguración del Señor, es básicamente, la revelación de Jesucristo como el Hijo amado del Padre.

Mateo, Marcos y Lucas, narran, con algunas pequeñas diferencias, el suceso de la Transfiguración del Señor en el monte Tabor.

Jesús invita a tres de sus discípulos preferidos, Pedro, Santiago y Juan, a subir al monte con Él, precisamente ellos serían también los testigos de su agonía en el huerto de Getsemaní.

¿Por qué Jesucristo se transfiguró?

El pasaje en los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas nos ayudarán a encontrar algunas posibles respuestas a esta pregunta.

Primero el momento especial en el monte de la transfiguraciónpodría decirse que es momento de preparación y la iluminación de los tres apóstoles Pedro, Santiago y Juan.

"Seis días después, Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevó a ellos solos a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos. Sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas. Y se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús." (Marcos 9,2-4)

De la experiencia de la Transfiguración del Señor, a los Apóstoles les fue dado un adelanto de la gloria de aquel que los ha llamado. Y de esto Pedro exclamaría:

"Señor, ¡qué bien estamos aquí! Si quieres, levantaré aquí mismo tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías" (Mateo 17,4)

¿Jesús aún se revela hoy para iluminarnos?

La respuesta es sí. En la transfiguración, se oyó una voz del Cielo con una clara instrucción para los discípulos:

"Este es mi Hijo, el Elegido, escúchenlo" (Lucas 9,35)

Estas palabras se ponen de manifiesto todos los días en la celebración eucarística. En primer lugar en la liturgia de la palabra, cuando la palabra se desglosa para nosotros.

En el evangelio de Juan, nosotros decimos que "en el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios". Cada vez que nosotros escuchamos a Dios, estamos en ese monte de la transfiguración.

En la Misa, justo antes de que el comulgante viene a participar del banquete sagrado (rito de la comunión), el sacerdote dice:

"He aquí el Cordero de Dios".

El cordero de Dios es el mismo Cristo que se puso delante de Pedro, Santiago y Juan. De modo que, en cada Misa, contemplamos el rostro sagrado de Jesús, el dador de la vida.

Por otra parte, la experiencia de Pedro, Santiago y Juan durante la Transfiguración del Señor, tenía una dimensión de primera mano en su ministerio. Ellos dieron testimonio de Cristo con firme convicción. Esto es muy evidente en la segunda lectura, cuando Pedro se dirige a la gente diciendo:

"Nosotros no les hicimos conocer el poder y la Venida de nuestro Señor Jesucristo basados en fábulas ingeniosamente inventadas, sino como testigos oculares de su grandeza" (2 Pedro 1,16)

Cada vez que nosotros asistimos a Misa nos convertimos en testigos del misterio de Cristo. ¿Permitimos que esto encuentre un lugar en nuestras vidas?

Cristo es siempre el Rey, el que vive y reina en majestad. También nosotros debemos proclamar esto con la fe, el coraje y la convicción con cada una de nuestras palabras, acciones y pensamientos.

De este modo, nos convertiremos en partícipes de la gran gloria de Jesucristo, y construiremos no sólo tres tiendas de campaña, sino también, el reino de Dios aquí en la tierra.

Compartir es Evangelizar: